La Prueba de la Existencia
Y
Unidad de Al-lah
Por
Muhammad Mutwally El Sharawi
“Vuestro conocimiento de la existencia de Al-lah
¡Glorificado y Ensalzado Sea! es, ante todo, algo
Inexistente e intuitivo. En segundo lugar,
Algo intelectual logrado por la razón.
Y en tercer lugar, algo empírico cuyo origen
Descansa sobre la sensación y la percepción”.
**************
Modos Internos y Externos de Percepción
El ser humano posee ciertas formas del sentido de la percepción -el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto-que le caracterizan concediéndole acceso al mundo exterior. También es poseedor de ciertas facultades latentes a través de las cuales es capaz de entenderse así mismo y a su conciencia. Por lo tanto, tiene acceso a ambos mundos; uno al mundo exterior y otro al mundo de uno mismo; el interno.
Estos accesos que le introducen al mundo exterior son conocidos como los sentidos y aquellos que lo introducen al interno, son llamados intuitivos.
Tales intuiciones son inherentes en el ser humano sin que este tenga el conocimiento de como funcionan y de como ha llegado a ser receptor o poseedor de ellas.
Para poder demostrar este punto permitámonos dirigir nuestra atención a observar los objetos de percepción.
El hombre ve formas y colores, escucha voces, toca las cosas, saborea y discrimina entre lo amargo y lo dulce, olfatea olores que tanto pueden agradarle como disgustarle. Todo esto le hace establecer contacto con el mundo exterior. Pero existen otras percepciones que no obtenemos por ese mismo sistema. Pongamos un ejemplo; una persona puede sentir que tiene hambre, pero ¿a través de cual de sus sentidos experimenta esa sensación?; ¿a través de sus ojos?, ¿de su nariz?, ¿del tacto?, ¿su poder de audición?...sencillamente no; a pesar de todo, se da cuenta de que tiene hambre.
Debe de haber por lo tanto en nuestro interior, formas de percepción ajenas a las que nos permiten percibir el mundo exterior. Alguien puede amar a alguien y también llegar a odiarle. ¿De que manera entonces podemos percibir este amor o este odio? El hecho de que estas sensaciones existan demanda alguna forma de percepción, lo que sucede es que dicha forma no está estructurada dentro del margen de los sentidos burdos o externos. Esto es debido, a que cuando los estudiosos decidieron expresarse, lo hicieron basándose a través de la referencia obtenida con los sentidos externos y de una manera muy escrupulosa. Hablan de cinco sentidos (externos).
Este cuidado demanda la existencia de otros sentidos (no externos) que unen al hombre con su mundo interno. Sería una incoherencia en contra de la razón, que el ser humano tuviese formas de percepción que le unen con el mundo exterior, mientras que el mundo dentro de él se abandona a un estado de imperceptibilidad.
Para poder captar lo que existe en su interior, el hombre debe por el contrario percibirlo directamente desde su presencia externa.
La Intuición Testifica la Existencia de Al-lah
El tener tales formas interiores de percepción implica la validez de nuestra conciencia intuitiva sobre la existencia de Al-lah. Esta conciencia intuitiva pudiera ser imprecisa; aun así, testifica la existencia de alguna clase de poder detrás de este universo de percepción sensorial. El nombre de Al-lah se encuentra mucho más allá de la percepción intuitiva. Pero... ¿se puede percibir Al-lah a través del oído? Alguien tuvo entonces que decirnos que el poder así percibido es llamado Al-lah, ya que un nombre no se manifiesta a través de la percepción intuitiva. ¿Cual sería entonces nuestra evidencia para demostrar este poder? Personalmente, nada sé respecto a este punto, ya que se encuentra fuera de los dominios del intelecto.
Cuando los filósofos de otros tiempos (especialmente los griegos) se encontraban totalmente inmersos e inmensamente preocupados con este tema, fue en ese momento cuando dio comienzo el estudio de las metafísicas. Tal como la palabra “metafísicas” sugiere, ellos intentaban mirar más allá de la naturaleza física. ¿Quien les dijo que había algo que tenía que ser buscado y estudiado? ¿Como llegaron a la conclusión de la existencia de algo que tenía que ser encontrado detrás de la materia? Tanto si lo han conseguido o han fallado en el intento, esto aquí es algo que no nos concierne; lo que nos interesa es el hecho de que aquellos hombres sintieron la necesidad de dirigir sus miradas mas allá de la naturaleza. Lo curioso y sobretodo sorprendente, es que tuvieron la iniciativa de hacerlo. Dicha iniciativa tuvo que haberse desarrollado por causa de alguna clase de conciencia intuitiva, cierta clase de conciencia todavía en proceso de evolución, que testificó y asimiló el hecho de que algo tenía existencia detrás del universo material. El universo, decían, no pudo haberse generado así mismo, sino que tenía que existir tras él algún tipo de poder. Fue debido a este razonamiento cuando comenzaron a buscar la causa de ese poder canalizando todas sus energías y pensamientos hacia ello. De no existir dicha conciencia no hubiesen estado tan preocupados y tan determinados a investigarlo.
Una vez más, debemos de considerar la plataforma de madurez intelectual alcanzada por aquellos pensadores quienes dejaron al descubierto pruebas de la existencia de Al-lah. Seguramente que estos hombres tuvieron que haber alcanzado una cierta edad en el momento que decidieron tomar la iniciativa que les llevaría a descubrir esas pruebas. Nadie se dedica a la práctica de la lógica antes de los veinte años de edad.
Pensadores, quienes ofrecen pruebas de la existencia de Al-lah, deben estar entre los 20 y los 30 años.¿Entonces, en que terreno estos hombres adoraban a Al-lah -Alabado Sea- antes de haber podido encontrar la prueba de Su existencia?
Su búsqueda por obtener tal prueba es una evidencia implícita de su creencia en un existente Al-lah. Ellos Le buscaron por deducción de su creencia anterior. Por consiguiente, lo que conduce a la mente para encontrar la prueba de la existencia de Al-lah es el Ser Inasible, su creencia intuitiva localizada en el alma y que es un poder cierto detrás del mundo material, un poder que debe ser buscado hasta encontrarlo.
Filosofía Mezcla Frecuentemente
Razón e Imaginación
Los filósofos no estaban satisfechos con permanecer dentro de la capacidad de sus mentes, sino que se consumieron a si mismos al intentar incluir en su investigación algo inadecuado en ello. ¿Que fue lo que intentaron incluir?
A pesar que las facultades naturales de la mente persisten en argumentar la existencia de Al-lah -Alabado Sea- aun así el hombre se obceca en su búsqueda a través de los confines de la tierra por alguna evidencia con la cual pudiera deducir dicha existencia. De encontrarla, su mente quedaría satisfecha. Después de todo, recibiría conocimiento de ese poder, a través del mismo poder en cuestión. Detengámonos aquí para tratar de clarificar este punto.
Lo que entorpece a pensadores y filósofos en sus intentos para poder llegar a conocer este trascendental poder, es su confusión entre la razón y la imaginación. Incluyen a la imaginación en una labor de la razón y acto seguido lo mezclan. ¿A que se debe este comportamiento? Sencillamente, a que descansa dentro de la capacidad de la mente; la razón puede concluir en la existencia de algún poder detrás de este mundo material. La mente (a pesar de todo), no puede hacerlo por si misma y decirnos el nombre de dicho poder, su trascendencia, sus atributos, sus demandas sobre nosotros o lo que pueda proporcionarnos si nos sometemos a él.
La mente no nos informa de tales cosas. Permítaseme ofrecer una analogía para mostrar lo que intento explicar: Si cerrásemos la puerta de esta habitación y poco después sonase el timbre, todos estaríamos de común acuerdo de que hay alguien al otro lado de la puerta. Pero, si por el contrario, comenzamos a preguntarnos a nosotros mismos: ¿quien será el que está llamando al otro lado de la puerta? ¿Será hombre, mujer, joven, viejo, blanco o negro; será portador de buenas o malas noticias? En ese mismo instante de intuición nuestras opiniones comenzarían a ser diferentes. ¿Y esto, a que se debe? Sencillamente, porque no es una función para ser realizada por la razón, sino por la imaginación.
Por lo tanto, lo que aquí consume a los filósofos es que intentan imaginar a Al-lah, cuando opuestamente dicha imaginación va mas allá de algo que está innata e intuitivamente impregnado en la mente. Digo esto, porque cada uno fabrica en su propia imaginación cosas inexistentes que guardan relación con tangibles objetos que nos son familiares. Esto es parecido al caso en donde la gente carece de experiencia respecto a algo y deseamos ofrecerle alguna noción acerca de ello. Le decimos, es así de esta o... de esta otra manera. En otras palabras, transformamos lo que la gente desconoce en algo que conoce.
Evidentemente, si los filósofos estuviesen satisfechos con permanecer dentro de los límites de la razón, no habría ningún problema; abandonarían vanas imaginaciones y aceptarían lo que está en los mensajes.
Por el poder, El Poder se revela así mismo y le dice al hombre: Mi Nombre es Al-lah, tengo este atributo y este otro. De aquellos que estén dispuestos a servirme les pido esto y esto otro. Para aquel que Me obedezca Yo haré esto y aquello, y para aquel que me desobedezca Yo haré esto y lo otro.
Lo que habría que responder a quienes alegan la existencia de cualquier dios distinto de Al-lah -Alabado Sea-. Preguntemos a los que adoran al Sol (por ejemplo), que es lo que el Sol les pide que hagan y que clase de enseñanzas deban seguir. Naturalmente que no podremos encontrar tales enseñanzas. ¿Que podría hacer el Sol por aquel que se somete a él o que dejara de hacerlo? No existe absolutamente nada que pueda recompensar o castigar. Lo que envicia dicha adoración es un total fracaso del objeto adorado al no poder proporcionar a sus seguidores cualquier dirección o curso a seguir. ¿Como puede entonces una persona adorarlo o someterse a él? Razonemos y entendámonos: Tiene que existir una doctrina o algún cuerpo de enseñanzas antes de que podamos identificar y creer en algún poder tan razonablemente real como es Al-lah; el Creador y el Mantenedor. Y si el Sol no puede ofrecer a sus fieles adeptos ninguna clase de enseñanza, tenemos y debemos de admitir que es un dios falso, y que jamás ha existido hombre alguno proclamando ser ¡un enviado del Sol!
El Glorioso Corán no Ofrece Evidencia
De la Existencia de Al-lah
La razón, por lo tanto, es algo surgido del sentimiento y la conciencia. Ambas en si mismas son nonatas y anteriores al pensamiento.
La intuición induce a la mente a buscar fuera de sí por cualquier evidencia, y es debido a esta necesidad lo que le lleva a embarcarse en una causa que está mas allá de su poder; una causa que transciende los límites de la razón.
Alguna que otra vez los filósofos han dicho (siendo conscientes de esta limitación) que sería suficiente con creer en algún poder trascendental y al mismo tiempo someterse a él. En este punto habría que responder, que el hombre no podrá estar satisfecho con semejante razonamiento, ya que desconoce cuales serían los deseos de dicho poder. O sea, lo que le complace o le desagrada.
Este desconocimiento ha causado a las metafísicas -rama de la filosofía que trata con todo aquello que se encuentra mas allá del mundo físico- perderse por laberintos y en donde ninguna escuela puede alcanzar fines comunes; incluso filósofos de una misma escuela discrepan entre sí yendo y viniendo por diferentes caminos. Las investigaciones en el campo de las metafísicas, no pueden alcanzar conclusiones que puedan ser aceptadas por todas las mentes.
Por esta razón, cuando el Glorioso Corán fue enviado para enseñar la Verdad, no aportó ninguna evidencia de la existencia de Dios, sino que se demostró en contra de la absurdidad de asociar segundos con Al-lah. Es como si la existencia de algún poder trascendental fuese a priori un axioma indiscutible. Lo que tiene que ser aquí debatido no es este axioma, si no, la existencia de un Dios en contra de los múltiples existentes. De esta manera, el hombre podría aceptar la sugerencia de que existe, un dios del cielo, un dios de la tierra, un dios de la mente o un dios de las estrellas.
Por este motivo la existencia de Al-lah no está demostrada en el Corán; ni tampoco lo necesita hacer, porque a priori es un hecho axiomático indiscutible y hasta tal extremo, que los infieles que se opusieron al Mensaje cuando fueron expuestos a las cruciales preguntas de quien es el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra y de ellos mismos, estos respondieron Al-lah. Incluso quien diga que Dios no existe, asume en su misma negación la existencia de lo que él quisiera negar.
Pregunta: ¿Nació en tu mente la idea del Dios que tú niegas? Esa idea la cual tú rehúses, ¿como surgió en tu pensamiento? Afirmaciones puramente existenciales no acontecen en nuestras mentes solo para que podamos negarlas. Si uno se esfuerza en querer negar a Dios, tiene que encontrarse en una posición de que en algún momento de su vida creyese en Su existencia. ¿Que es lo que ha sucedido? Que al encontrarlo oculto comenzó a decir que Dios no existe.
En todas las lenguas siempre se encuentra un nombre para Dios; en árabe, el nombre usado es Al-lah. En cada lengua el nombre encierra el mismo significado. La existencia de dichas palabras conduce a observar que estas están unidas a un cierto idioma cuando su significado tiene existencia en las mentes de aquellos que las utilizan. Una palabra no puede crearse donde el pensamiento no tiene existencia en la mente. El pensamiento es anterior a las palabras; surge un pensamiento y una palabra es creada. El que podamos encontrar una palabra en el diccionario de una lengua y el uso que se le dé por quienes la hablan se debe, por fuerza, a que tiene que existir la evidencia de cierta referencia. Ahora bien, que la existencia de la causa anteriormente discutida venga a ser negada, esto es otro tema.
La Revelación de Al-lah a Adán
Se dice que la afirmación es superior a la negación porque el que niega está omitiendo la existencia de algo; por lo tanto, la existencia es anterior a su negación. Aún más, la presencia de una palabra en el léxico de una lengua, demuestra la existencia del hecho en común a lo que hace referencia. Por consiguiente podemos atrevernos a decir, que una idea nacida dentro de la intuición puede volverse lo suficientemente clara como para crear una certeza mental y de este modo encaminarnos sobre dicha certeza hacia el poder que hace referencia, obteniendo así directo conocimiento de ello. Es por esto, que la relación de la mente hacia el ya mencionado trascendental poder, se convierte al fin en un asunto de los sentidos, con lo cual, le otorga la mas consolidada clase de evidencia.
El Glorioso Corán nos informa que Al-lah creó a Adán. Un ser humano carente de niñez, un ser humano que jamás pudo ser niño...que no necesitó crecer. Se encontró a si mismo totalmente desarrollado y los ángeles postrados ante él. Fue creado de la nada y exento de pasado. Esta escena ha sido para él, una auténtica y absoluta revelación. Fue por expreso deseo de Al-lah, que Adán existiese y de esta manera poder transmitir a su descendencia esta escena de revelación, y como resultado de ello se le concedió a su descendencia el derecho de transmitirla a través de todos los tiempos y generaciones.
La palabra que nombra a Al-lah en todas las lenguas, adquiere su propia alternativa de poder manifestarse, solamente porque su significado tuvo existencia en la mente del que la pronunció por primera vez. Cuando el Glorioso Corán hace mención a cosas que carecen de existencia en nuestras mentes, este nos proporciona una mera aproximación con el propósito de poder obtener así algún significado de ellas.
Hace mención del Paraíso y de los disfrutes y delicias que existen en él. Naturalmente, todos estos disfrutes divergen extraordinariamente de aquellos que existen en este mundo.
Pero cuando el Señor nos informa del Paraíso, de donde podrían surgir estas palabras sino del lenguaje de aquellos hacia quienes Él se dirige. Palabras que son concebidas en su referencia hacia conceptos mentales. Al-lah nos informa que en el Paraíso existen cosas jamás imaginadas por las mentes o corazones de los hombres. ¿Como y de que manera entonces se pueden revelar palabras que identifiquen tales cosas?
Esto sucede porque a pesar de que Al-lah nos esté proporcionando una cierta imagen del Paraíso, aun así, no está presentándonos la verdadera realidad del mismo, ya que dicha realidad es de tal magnitud que jamás ha podido ser contemplada por el ojo humano, o el oído; y mucho menos, poder imaginarlo con la mente. El lenguaje se basa sobre la plataforma de los objetos de los sentidos de lo visible. Las personas solamente tienen palabras las cuales mantienen una relación con lo que acontece en sus propias mentes. Partiendo del punto de que la verdadera naturaleza del Paraíso es desconocida descriptivamente, no puede ser explicada debido a la ausencia de palabras. Consecuentemente la Verdad habla de... “la alegoría del Paraíso la cual está prometida para los justos”. No, “El Paraíso”. Y esto se debe, a que en nuestro léxico no existen palabras con las cuales nuestro Señor pueda dirigirse a nosotros y hablarnos explicándonos que esta cosa o la otra se encuentran en un lugar llamado “Paraíso”, “Jardín” o “Edén”. Por lo tanto, Él nos informa de que algo tiene existencia en ese lugar.
Siendo así, la palabra que pueda describir e identificar y como resultado nombrar, debe de ser poseedora de un sentido muy particular para el hombre, y por ello de antemano ha tenido que ser conocida y pensada por alguna mente humana.
Algo que jamás ha tenido su propia existencia jamás podrá pensarse acerca de ello. Por consiguiente, la conciencia que tenemos de Al-lah deberá ser remitida a la mismísima creación de Adán en el momento de encontrarse así mismo como testigo ante La Causa de su experiencia. Cierto es, que él ha sido creado con el propósito de que pudiera transmitir tan claro conocimiento a sus descendientes. Pero a medida que esta transmisión iba en aumento, también lo hacía en alejamiento de la fuente, y como consecuencia de este hecho el hombre creció despreocupado. Uno olvida una cosa, otro la ignora, y así sucesivamente hasta que el significado real se enturbia. De este modo, el hombre comenzó a familiarizarse exclusivamente con el mundo de las formas hasta que en algún momento de su vida algo sucede y le obliga a inferir una vez más sobre la existencia de algo que está mas allá de todo lo que le rodea.
De nuevo sus mentes son llamadas a pensar y otro proceso da comienzo.
Al-lah Envió Mensajeros Para Contrarrestar
La Inconsciencia del Hombre
Es la tarea de los Mensajeros de Dios, eliminar el óxido del alma producido por la causa de este abandono. Como la conciencia del hombre tiende por si misma a debilitarse, El Único -por siempre glorificado- envía profetas y mensajeros para ayudar al hombre a que restablezca contacto con su Creador.
Reflexionemos con el mensaje en la siguiente Azora del Glorioso Corán:
“Y cuando tu Señor sacó de las espaldas de los hijos de Adán a su propia descendencia y les hizo que dieran testimonio: ¿Acaso no Soy Yo vuestro Señor?. Contestaron: Sí, lo atestiguamos. Para que en el Día del Juicio no pudierais decir, nadie nos había advertido de esto”. (Corán: 7-172)
Este hecho es conocido como, “El Convenio de la Posteridad” y está englobado en la tradición profética en el Hadiz, explicando que cuando Al-lah creó a Adán, Él, golpeando sus espaldas y presentándole a toda su posteridad les dijo: “¿No Soy Yo vuestro Señor?. Y ellos respondieron: “¡Sí!, y nosotros lo testificamos”. De esta manera el tema en cuestión, es de directa e inmediata experiencia. Adán conoció a Al-lah y no a través de un proceso de meditación mental; sino, por tenerlo frente a frente. Es de suponer que este conocimiento tuvo que haber sido transmitido a sus descendientes; pero como ya se ha comentado, por causa de una negligencia, abandono y falta de responsabilidad, dicha realidad se ha ido desvaneciendo a través del tiempo.
Retrocedamos unas líneas y detengámonos en el pasaje que trata sobre este punto:
“Y cuando tu Señor sacó de las espaldas de los hijos de Adán a su propia descendencia y les hizo que dieran testimonio: ¿Acaso no Soy Yo vuestro Señor?. Contestaron: ¡Sí!, lo atestiguamos. Para que en el Día del juicio no pudierais decir, nadie nos había advertido de esto”. (Corán: 7-172).
Y el Dios continua utilizando la frase, “para que no pudierais decir...” lo cual establece que hubo un convenio. El versículo dice: “Para que en el Día del Juicio no pudierais decir, nadie nos había advertido de esto”. Hasta aquí todo está claro. Y continua diciendo: “o que podáis decir: Ya nuestros padres antes que nosotros eran adoradores de falsos dioses, y nosotros somos su descendencia. ¿Es que vas a destruirnos por culpa de las acciones de unos hombres que fueron lascivos consigo mismos?”. Esto es otra cosa; por lo tanto, exige una reflexión ya que nos encontramos ante dos pretendidas excusas. La primera de ellas manifiesta una inconsciencia transmisora; y la segunda expone como consecuencia, el resultado de un mal ejemplo. Por esta razón este texto del Corán establece: ...Para que no digáis: “Jamás se nos ha advertido de ello”. “Antes que nosotros, nuestros padres ya adoraban falsos dioses”. El segundo intento agotador, es el que nos conduce hacia el legado o herencia de transmisión. Si hacemos un seguimiento de esta herencia en un proceso descendente hasta la misma línea transmisora, concluiremos afirmando que la primera línea hereditaria fue Adán y que al mismo tiempo fue testigo visual.
La causa de la primera fisura fue la despreocupación. Con el tiempo, esta negligencia o abandono se extendería hacia una generación ignorante de las enseñanzas y mandatos de Al-lah la cual contribuyó al surgimiento de otra generación culpable de ambas faltas; ignorantes e imitadores de sus padres. En resumen: Primero surge una generación ignorante y poco después como consecuencia, acontece otra de atontados que dicen: “Nuestros padres antes de nosotros ya adoraban falsos dioses, nosotros solo somos su descendencia”.
Cuando el Glorioso Corán expone este tema, asume la existencia de Al-lah como un hecho que va más allá de cualquier pregunta, ya que no puede ser razonablemente cuestionado. Si alguien estuviese dispuesto a rebatirlo, ofreciendo alguna evidencia, confesaría a través de esa misma evidencia que está ofreciendo, la dudosa calidad de su rebatimiento. Pongamos el ejemplo de alguien que va a visitar a su médico. Si el especialista le prescribe alguna medicación, el paciente asume que algo en su organismo va mal y por lo tanto tendrá que admitir que padece alguna clase de malestar o enfermedad. Pero si el médico no le diagnostica ningún mal no habrá necesidad de ponerlo bajo tratamiento, ya que se supone que todo está en orden. O sea, que goza de una excelente salud. Por esta causa, dicha propuesta deberá ser presentada y dirigida hacia cualquier otra finalidad y no poner la evidencia de Al-lah ante cualquier demanda, excepto para que Sea Ensalzado y Glorificado.
No queda ninguna duda de la existencia de Al-lah, pero parece ser que Al-lah no puede ser Uno sino muchos, ya que el mundo tiene necesidad de diversidad de extensivos poderes dando la impresión de que estos, por ser demasiado grandes, no pueden ser ejecutados por un solo Dios. Dicha duda puede surgir, pero no la de que exista algún Dios; esto es absolutamente imposible. Surgiría entonces la duda ante la posibilidad de que puedan existir varios dioses y no necesariamente Un Dios Único y Exclusivo. Como consecuencia de esto, siempre se recurrirá a la consabida pregunta: ¿Podría existir algún otro dios que no sea Al-lah?
Como conclusión, aquí la duda siempre descansará sobre la posibilidad de que puedan existir segundos con Al-lah y no el simple hecho de la existencia de Al-lah
Cuando la ignorancia y el abandono se apoderaron del hombre, muchos de ellos se volvieron intelectualmente arrogantes rechazando seguir a quienes aclamaban ser Mensajeros y trataron de explotar los límites de la razón y la intuición. Asumieron la posibilidad de que tal vez pudiera existir cierto poder trascendental, pero se quedaron cortos cuando se enfrentaron a la pregunta respecto a lo que dicho poder demandaba del hombre y de sus requerimientos, los cuales ellos carecían de conocimiento.
El primer paso hacia el conocimiento de Al-lah es una inasible e intuitiva conciencia que hace referencia a cierta clase de poder trascendente. El siguiente paso tal como ya se ha visto, nos conduce al razonamiento en donde dichos sentimientos intuitivos obligan al pensamiento a la presentación de pruebas. Dicho de otra manera, habría que demostrar la existencia de Al-lah a través de la deducción. Para conseguir esas pruebas y suministrar sus detalles y elucidación, descubriríamos que se transformaron en una evidencia empírica alcanzada a través de los sentidos.
Los Seres Humanos dan Nombre
A lo que Pueden dar Nombre
Detengámonos para considerar la teoría de los nombre. La gente da nombre a lo que puede nombrar. Es una característica del hombre el poder hacerlo. A todo le corresponde un nombre para poder ser identificado: niños, inventos...todo. Por lo tanto, el ser humano está acostumbrado a conceder nombres. Es una actividad universal.
“La Verdad: Todas las Glorias y alabanzas sean para Él”.
Este versículo del Corán demuestra la indiscutible realidad y desafía a quienes tratan de relacionar cualquier cosa a través de Su Nombre de la misma manera que ellos mismos acostumbran a realizar, entreteniéndose con la tan humana y familiar práctica de otorgar nombres.
Dice Al-lah El Altísimo: “Señor de los cielos y de la Tierra y de todo lo existente entre ellos: Adoradle y sed pacientes en Su adoración. ¿Conocéis alguno digno de llevar Su Nombre aparte de Él?”. Este versículo deja en el aire la pregunta: ¿hay alguien que conozca alguna cosa llamada Al-lah? ¿Existe en realidad alguna cosa que se le haya concedido el nombre de Al-lah? La innegable respuesta tiene que ser: ¡Jamás!
Por
Muhammad Mutwally El Sharawi
Traducido del Inglés por:
Musa Ta-Ha Bao